Libertad Lamarque, una de las figuras más icónicas del tango y del cine argentino, vivió una vida marcada por el talento, la lucha y el drama personal. Nacida el 24 de noviembre de 1908 en Rosario, Argentina, Lamarque enfrentó desde pequeña las adversidades económicas y familiares que la moldearon. Su padre, un activista sindical anarquista, y su madre, una viuda española, no lograron establecerse en la clase media, lo que llevó a Libertad a buscar refugio en el escenario desde muy joven.

A los siete años, comenzó a actuar en obras de beneficencia, y a los 12 años se unió a un grupo teatral que la llevó a recorrer diversas ciudades. Su talento la llevó a Buenos Aires, donde, a los 15 años, se atrevió a ofrecer sus servicios a un empresario teatral, lo que marcó el inicio de su carrera profesional. Su voz aguda y su figura robusta desafiaron las expectativas en el mundo del tango, y rápidamente se ganó el reconocimiento del público.

Sin embargo, detrás de su imagen glamorosa, Lamarque enfrentó numerosas batallas personales. Su vida matrimonial con Emilio Romero fue tumultuosa, marcada por el abuso y la adicción, lo que afectó su bienestar emocional. A pesar de estos desafíos, su carrera continuó en ascenso, destacándose en el cine y la radio, y convirtiéndose en una figura central durante la “edad de oro” del tango.

La competencia con otras actrices, especialmente con Eva Perón, también dejó su huella en su vida. A pesar de los conflictos, Lamarque mantuvo su relevancia en el entretenimiento argentino, aunque enfrentó dificultades laborales tras la llegada de Perón al poder. A lo largo de su vida, Libertad Lamarque reflexionó sobre la dualidad de su existencia: el éxito en el escenario y las luchas internas que la acompañaron.

Falleció el 12 de diciembre de 2000, dejando un legado imborrable en la cultura argentina. Su vida es un testimonio de resiliencia, arte y la complejidad de la experiencia humana, recordándonos que detrás de cada figura pública hay una historia de lucha y superación.