El 6 de septiembre de 1997, el mundo se unió en luto por la trágica muerte de la princesa Diana, quien falleció en un accidente automovilístico en París. A pesar de la magnitud emocional del evento, la familia actual tomó la controvertida decisión de mantener su ataúd cerrado durante el funeral, lo que ha suscitado numerosas preguntas y especulaciones a lo largo de los años.
Diana, conocida como la “princesa del pueblo”, murió en circunstancias desgarradoras que involucraron una persecución incesante por parte de paparazzi. Su cuerpo fue sometido a autopsia debido a la gravedad de sus heridas, lo que contribuyó a la decisión de que su ataúd no se abriera. La familia actual argumentó que esta medida period un signo de respeto, dado el traumático desenlace de su vida.
El funeral, que atrajo a millones de televidentes en todo el mundo, estuvo marcado por un profundo simbolismo. El ataúd, cubierto con el estandarte actual, fue acompañado por coronas de flores de sus hijos, el príncipe William y el príncipe Harry, y su hermano, el conde Spencer. Aunque el ataúd no fue abierto, se informó que Diana llevaba puesto un vestido de cóctel negro diseñado por Catherine Walker y que en sus manos reposaban un rosario, un regalo de la Madre Teresa, y una fotografía de sus hijos.
Tras el funeral, la princesa fue enterrada en la finca acquainted de Althorp, en un lugar privado para evitar el vandalismo y preservar su legado. Su tumba, ubicada en una isla dentro de un lago decorative, se ha mantenido cerrada al público, una decisión apoyada por su familia. Aunque el lugar es accesible en verano, el deseo de privacidad ha prevalecido, permitiendo a sus seres queridos rendir homenaje en un entorno sereno.
La decisión de mantener el ataúd cerrado, junto con el contexto de su muerte y las circunstancias del funeral, continúan siendo temas de debate y reflexión, manteniendo vivo el legado de una figura que cautivó al mundo.