La vida de Rosita Arenas, una de las figuras más emblemáticas del cine mexicano, es un testimonio de talento, sacrificio y tragedia. Nacida en Venezuela y nacionalizada en México, su carrera despegó en la Ciudad de México, donde desde joven se vio influenciada por su padre, el respetado actor Miguel Arenas. A los 16 años, Rosita hizo su debut en “Anacleto se divorcia” y rápidamente ganó reconocimiento internacional al ser coronada Reina de la Primavera de la Ciudad de México.
A medida que su fama crecía, también lo hacía su compromiso con causas altruistas; donó el dinero de su premio para establecer una clínica para niños afectados por la poliomielitis. Su actuación en “María del Mar” la consolidó como una actriz versátil, capaz de interpretar tanto papeles dramáticos como cómicos. Sin embargo, su vida personal estuvo marcada por relaciones tumultuosas y traiciones.
Uno de los capítulos más oscuros de su vida fue su matrimonio con Jaime de Mora y Aragón, quien la abandonó tras dos meses, llevándose joyas y ahorros. A pesar de esta traición, Rosita continuó su carrera y encontró el amor en Abel Salazar, con quien se casó en una ceremonia lujosa en 1960. Juntos, tuvieron dos hijas, pero la vida de Rosita estuvo llena de altibajos. Su carrera se vio afectada por una serie de fracasos en la industria, y finalmente se retiró en 1994.
A pesar de su alejamiento del cine, su legado perdura. En 2020, Rosita hizo un emotivo regreso a los medios, y su reciente cumpleaños número 90 fue celebrado con cariño por sus seguidores en redes sociales. La historia de Rosita Arenas es un recordatorio de que detrás del brillo de la fama, hay luchas personales que moldean a una estrella. Su legado no solo se encuentra en las películas que protagonizó, sino en el impacto profundo que tuvo en el corazón de sus admiradores.