Mauricio Garcés, el icónico galán del cine mexicano, dejó una huella imborrable en la industria cinematográfica, pero su vida personal permanece envuelta en misterio y especulación. Nacido el 16 de diciembre de 1926 en Tampico, Tamaulipas, Garcés creció en una familia libanesa que enfrentó una devastadora tragedia cuando un huracán arrasó su hogar. Este evento forzó a la familia a mudarse a la Ciudad de México, donde el joven Garcés comenzó a forjar sus sueños de convertirse en estrella.
A pesar de sus inicios en el mundo de la química, su verdadera pasión siempre fue el cine. A los 17 años, su tío lo introdujo en la industria, y adoptó el nombre artístico de Garcés, convencido de que le traería buena suerte. Su carrera despegó con películas como “Don Juan 67”, donde encarnó al seductor por excelencia, cimentando su imagen de galán.
Sin embargo, a pesar de su éxito en pantalla, la vida amorosa de Garcés es una de las facetas más intrigantes de su historia. A lo largo de su vida, nunca se conoció públicamente ninguna relación seria. Se han formulado teorías sobre su soltería, desde un amor no correspondido por la actriz Silvia Pinal hasta una preferencia personal por la libertad. Garcés mismo, en diversas entrevistas, expresó su desinterés por el matrimonio, afirmando que sabía demasiado sobre las mujeres y que no había visto ejemplos positivos de parejas felices.
La especulación sobre su vida privada se intensificó tras la muerte de su amigo y colega Enrique Rambal en circunstancias misteriosas, lo que alimentó rumores sobre su orientación sexual. A pesar de esto, Garcés mantuvo su vida personal bajo un velo de privacidad, y sus verdaderas inclinaciones siguen siendo objeto de debate.
En sus últimos años, Garcés enfrentó problemas de salud y dificultades financieras derivadas de su afición al juego. Falleció el 27 de febrero de 1989 a los 62 años, dejando un legado de encanto y talento que continúa cautivando a nuevas generaciones. Su vida, marcada por el glamour y la melancolía, sigue siendo un enigma, y su figura perdura como un símbolo del cine mexicano.